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domingo, enero 13, 2008

REVISTA HISTORICA : SOLEDAD Y MERCEDES UN ENCUENTRO UNICO.

Buena yunta
Mercedes Sosa, gran diva del folclore, y Soledad Pastorutti, emblema de la nueva generación, en su primera entrevista conjunta. Antes de compartir escenario en Cosquín –un hecho inédito– hablan de sus vidas y desmienten cualquier antagonismo.
Mercedes Sosa fue un ensueño en la infancia singular de Soledad. Su voz, al mismo tiempo que recorría el planeta, rasgaba el silencio de la siesta del pueblo santafesino de Arequito desde el pasacasete del auto estacionado en la puerta de la casa de los Pastorutti. Mientras los mayores dormían, la Sole imaginaba que la palanca de cambios era un micrófono, que ella era la propia Mercedes Sosa, que su cuadra era el mundo.

"Y, nena, ¿cómo te va en tu matrimonio?" Mercedes le habla a Soledad en un tono cálido y confidente, perfectamente ajeno a la cuadrilla de asistentes, productores y cronistas que invadió su coqueto living de Retiro, convertido en menos de diez minutos en set de fotografía. "Bien, muy bien", atina a decir la interpelada, que todavía parece desacostumbrada al trato llano y familiar de quien creyó inalcanzable. Las dos cantantes unirán sus voces en el Festival Nacional del Folklore Cosquín 2008, el mayor encuentro anual del género, en versiones de Zamba para olvidarte, Déjame que me vaya y El jangadero. La noticia asombra a los muchos que les atribuyen (con abundancia de argumentos) estilos irreconciliables y, más aún, viejos rencores. "Nosotras nunca estuvimos peleadas", dice Soledad. "¡Qué íbamos a estar peleadas si ni nos conocíamos!", rubrica Sosa socarrona.

EL SABOR DEL ENCUENTRO

El primer encuentro personal se produjo en 2006, y el acercamiento fue propiciado por recíprocos convites: rompieron el hielo los Sosa con las célebres empanadas tucumanas del hermano de Mercedes; los Pastorutti contraatacaron con pasta fatta in casa. "No sabía cómo agasajarla, entonces la hice venir a mi nona especialmente desde Arequito para amasar los tallarines. También lo invité a mi suegro porque idolatra a Mercedes, y estaban mis viejos. Imaginate lo que fue para mi papá, que me inculcó el folclore, que me enseñó a escuchar a Mercedes."



¿Y los supuestos entredichos históricos entre ustedes?

Soledad: Los argentinos necesitamos un Boca-River. Siempre estaban haciendo comparaciones, que obviamente a mí me mataban. Yo a Mercedes no la conocía en persona porque en la época en la que empecé ella dejó de hacer festivales por cuestiones de salud. Con un llamado telefónico hubiera bastado para salvar la distancia, pero yo era muy chica y no me animaba; recién ahora empiezo a tratar socialmente con otros artistas. Y a alguien tan emblemático uno nunca sabe si es un atrevimiento acercarse. Encima, cuando yo empecé a ella siempre le estaban preguntando su opinión sobre mí.

¿Y qué opina, Mercedes, de Soledad?

Que en este país hay dos personas tocadas por la mano de Dios, por cómo las quiere la gente: Soledad y el Chaqueño Palavecino. Casualmente, con el Chaqueño canté, también, en el Festival de la Manzana. Dicho sea de paso, una lista de artistas con los que Mercedes Sosa compartió escenario o grabaciones sería tan extenuante como inevitablemente incompleta. En todo caso, también, tan heterogénea como para reunir, además de sus fraternales León Gieco, Víctor Heredia o Teresa Parodi, a Luciano Pavarotti, Roberto Goyeneche, Milton Nascimento, Los Nocheros, Lucio Dalla, Charly García, Gal Costa, Ricardo Montaner, Gustavo Santaolalla, Martha Argerich... Sin contar que el día de la asunción presidencial Cristina Fernández de Kirchner le hizo coros. "En el escenario me decía: 'Te quiero mucho, Mercedes'. Canté para ellos Sólo le pido a Dios
y Una canción posible: una de Leoncito y una de Víctor Heredia.

La quiero tanto yo a Cristina... Y el presidente Kirchner (yo le sigo diciendo presidente, igual que a Alfonsín) es de una cordialidad... te abre ¡así! los brazos: te abraza como atajando pollos, con esos brazos tan largos que tiene." Ahora es el turno de Soledad para inscribir en su trayectoria un encuentro con la máxima intérprete del folclore. "Me hubiera gustado que ocurriera hace mucho tiempo, pero no quería forzarlo –dice Pastorutti–.

Para mí es un lujo enorme cantar con Mercedes, y para el Festival tiene un beneficio adicional: hace años que yo digo que tienen que empezar a unir artistas, aprovechar que han caído muchos prejuicios, tratar de buscar diferentes caminos para atraer a la gente." Para Mercedes, la cita de Cosquín –el escenario que en 1965 reveló su voz sublime al gran público– es parte de un calendario que ha vuelto a ser intenso, y que ahora mismo la trae de Santa Fe, de pagos vecinos a los de Soledad. Ya hace un par de años que superó problemas graves de salud –incluidas complicaciones cardíacas y varias caídas–. "Estuve muy mal, creí que no iba a poder cantar más. Dejé de comer, no podía pasar cuatro uvas y un caldito. Anduve no sé cuánto tiempo con corset y después en la cama, rechazando hasta el agua. Pero me recuperé y mi voz está intacta. Volver a cantar fue volver a la vida. Claro que me cuido mucho. Vino no puedo tomar, tengo que medirme con las comidas. Entonces, tampoco trasnocho. ¿A qué me voy a quedar? Hay que cantar e irse a descansar."

A LOS PONCHAZOS

Enero encontrará a Sosa y Soledad juntas y en la Plaza Próspero Molina, en el mismo temido y anhelado escenario que, una noche más o menos lejana, cada una de ellas pisó por primera vez con la emoción de un peregrino y la firmeza de un conquistador. El camino no fue fácil.

Cada una debe guardar su primer Cosquín como un recuerdo imborrable, ¿verdad?


Sosa: Yo tengo un agradecimiento muy grande por Cosquín; ahora me quiso llevar la gente de Jesús María y les dije que no, preferí cantar en Cosquín. La primera vez fuimos con Matus, el papá de mi hijo, en un trencito que iba desde Córdoba por un camino bellísimo, entre medio de las montañas. Mi vida cambió desde el momento en que llegué. Jorge Cafrune, que era como un hermano, nos compró diez discos de los que llevábamos, para que pudiéramos pagar el hotel. Durante los días del festival, yo me acostaba todas las noches a las nueve y pedía que me despertaran a las tres de la mañana: me levantaba fresquita y me iba a cantar en la peña. Las autoridades del festival no querían que yo me subiera al escenario, porque era de izquierda. Pero Cafrune me llevó y me dio el tono. Entré y lo primero que canté fue Canción del derrumbe indio. Imaginate, yo con una cajita.


¿Estaba nerviosa?

¡No! ¿Cómo voy a estar nerviosa? No se puede salir nervioso al escenario. El artista debe dominar al público. Si te domina el público a vos, te enfermás. Soledad:Tenemos cosas en común: a mí tampoco me querían dejar subir al escenario. La primera vez, mi papá había pedido plata prestada a los amigos y nos fuimos en una camioneta, con los colchones en la parte de atrás. Me dieron un horario lindo para actuar en la peña de César (Isella, su padrino) y ahí me vio mucha gente, incluso una noche pasó Mercedes. Para mí era una gran presión estar ahí: me enfermaba todo el tiempo, tenía mal la garganta, de puro miedo. Ese año César actuaba el último domingo de Cosquín, y decidió llevarme de contrabando en medio de su recital, como invitada. Llegué detrás del escenario y me preguntaron: "¿Qué edad tenés?". "Catorce." "No podés subir."

Me fui llorando. Mi viejo le había avisado a todo el pueblo que yo iba a cantar en el escenario mayor de Cosquín... no sabíamos cómo volver. En el camino de vuelta nos quedamos dos días en Carlos Paz de tan tristes que estábamos. Después yo le dije a mi papá que no quería cantar más. Pero él tanto insistió que al año siguiente volvimos y esa vez sí subí al escenario, para hacer un solo tema y con orden de no revolear el poncho. Canté Entre a mi pago sin golpear. Antes de que el telón se cerrara, en medio del aplauso del público y sin que me lo pidieran, arranqué con el segundo tema. Ya el tercero lo pidieron, y el cuarto quedó para la anécdota porque ya habían cerrado el telón y la gente silbó tanto que tuvieron que volver a abrir.

Eso fue un viernes: volví al escenario el domingo, y ya recibí un premio especial. Sosa: Es así; Cosquín te consagra o te defenestra. Yo he tenido muchos premios, y premios muy lindos, pero para un artista no existe nada como el aplauso de la gente. Soledad: Antes de Cosquín yo había ganado varios premios en concursos infantiles. Y también había perdido muchos. Me acuerdo la primera vez que cantamos a dúo con mi hermana Nati. Fue en un festival, compitiendo, y salimos cuartas, entre cuatro. Ese fue nuestro debut. "Todo se lo debo a mi viejo, lo que aguantó mi cuerpo y la voz que me dio Dios", dice Soledad. Es sabido que don Omar Pastorutti, mecánico, tuvo un rol decisivo en el destino cantor de sus dos hijas. "Yo peleaba mucho con mi papá: a mí me gustaba el momento de subir al escenario, pero sufría la espera... Mi papá me robaba de mi casa para llevarme a una peña que quedaba cerca, mi mamá es recatada y no quería que yo fuera porque ahí siempre había gente que se emborrachaba.

Pero él me llevaba a escondidas y me subía al tablón. Por años anduvimos en peñas y festivales, esperando hasta las cinco de la mañana a que me dejaran cantar." La leyenda lo pinta muy distinto a don Ernesto Quiterio Sosa (Tucho), pintor, estibador, trabajador de ingenios curtido en cien oficios. A los quince años, su hija Mercedes (a quien él llamaba porfiadamente Marta, quién sabe por qué) ganó un concurso para cantar en LV12 Radio Independencia, bajo el seudónimo de Gladys Osorio. El la escuchó de casualidad: "¿No es la Marta la que está cantando?", le preguntó a su esposa, y esa noche Haydée Mercedes –Gladys– Marta ligó un reto. En la conversación que Mercedes desgrana plácidamente, instalada en su sillón, con una taza de té en la mano, sus padres, su hijo Fabián, sus hermanos reaparecen a cada momento y por cualquier motivo. Soledad arrimó un banquito, y la escucha de cerca mientras por el pasillo desfilan los músicos que van llegando para el primer ensayo conjunto. "Yo he tenido una familia hermosa, eso me salvó a mí –dice Mercedes–. Y tenía que salir familiera, con los padres que yo tuve no puede ser de otro modo. Mi madre nos unió mucho, era muy inteligente. No poder ver el último minuto de mi madre fue lo más duro que me pasó en la vida."


¿Vuelve seguido a Tucumán?

Seguido, no. Mi hermano Cacho le lleva flores a mi mamá, pero yo no puedo, yo me enfermo si voy. Tucumán me dio la vida y allí comencé a cantar, pero Mendoza es mi segunda provincia, porque es donde se anunció mi hijo Fabián, cuando yo creía que no iba a poder tener hijos.


Soledad, ¿cómo aparece la maternidad en tu horizonte?

Me casé con ese objetivo, pero en nuestra carrera es muy difícil. Entre otras cosas, por la cantidad de gente cuyo trabajo depende de que nosotros nos mantengamos activos. Para la mujer, esta carrera es bastante más ingrata. Si uno para, perjudica a un montón de gente. Si sigue, es una vida de locos: yo no puedo hacerle vivir a una criatura lo que yo vivo.


¿Y cómo imaginás su infancia?

Soy de la idea de que mis hijos se críen en Arequito: no quiero que me hablen con todas las eses. Además, yo quiero salir a la calle y no ser la Sole, la artista: en Arequito soy la hija de Omar.

EL GRAN ENCUENTRO SERA EN COSQUIN
26 Y 27 DE ENERO DE 2008...
TE LO VAS A PERDER????

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