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jueves, octubre 05, 2006

Un Buen Momento para el Recuerdo (Parte V)

Diario Clarín/Sección Espectáculos
Jueves 29 de Enero de 1998

Soledad vino, cantó y venció
La Sole de Arequito arrasó en la cuarta noche de
Cosquín. Las ocho mil personas que marcaron el primer lleno de la plaza Próspero
Molina en lo que va del Festival, la esperaron bajo un chaparrón digno de
Macondo
. Hasta que la cantante apareció para ofrecer su show que rebosó fuerza y
magnetismo.Empapados por el aguacero que los dejó temblando de frío y
chapaleando en el agua, la multitud reafirmó no sólo el poder de convocatoria de
Soledad, sino que el romance con la chica del poncho está en su mejor
momento.
Todos los artistas que la precedieron actuaron con el sabor agridulce de
una platea multitudinaria que, si bien los escuchaba, les hacía sentir a cada
momento que eran sólo un entremés antes del plato principal que estaban ansiosos
por devorar
.Los primeros en probar el cóctel de ansiedad que bullía en la Plaza
fueron Los Alonsitos, que canalizaron con sus estridentes chamamés las ganas de
bailar de cientos de chicos.A los integrantes de Vale 4 los recibió el peor
aguacero de la noche y su buena interpretación de La repiqueteada, del cordobés
Ica Novo, naufragó en las olas de espectadores que abandonaron momentáneamente
la Plaza para guarecerse en las carpas laterales.El Dúo Tiempo, de Salta, con
Camino y piedra, de Yupanqui, y Guillermo Fernández, con la vibrante Balada para
un loco, de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer, brindaron dos de los mejores
momentos musicales de una noche que luego volvió a nublarse con el griterío y el
abuso de decibeles de Viviana Careaga y sus Condorkanqui.En su súbito rol de
conductor junto a Carlos Franco y Liliana López Foresi, César Isella no parece
tener otra meta que publicitar una y otra vez a su "ahijada" Pastorutti. Como si
su propia carrera se hubiera eclipsado con la aparición de Soledad en su peña,
tres años atrás."¿Quieren ver a la Sole, la quieren en serio? No los escucho, a
ver, llámenla", repetía azuzando, con tono de maestro ciruela, la impaciencia
rugiente de la muchedumbre.Un público compuesto de miles de chicos con sus
padres, adolescentes y gente mayor, lució involuntariamente uniformado por los
pilotos multicolores -hechos de bolsas de naiylon- que podían comprarse por tres
pesos en los momentos de lluvia más intensa.Y, en medio de toda esa
parafernalia, una productora de cine capitalina zigzagueaba filmando los
primeros tramos de lo que será un documental sobre la vida de la Pastorutti.Los
enormes equipos se deleitaron en la platea que, a esa altura de la noche, era un
impresionante hormiguero inundado por vinchas, fotos y carteles con la cara de
la santafesina.Por fin, la Sole apareció pasada la medianoche. Protagonista
absoluta de un fervor inusitado que lleva su nombre y apellido, parece estar más
allá de críticas y controversias.Con su voz profunda y su energía adolescente,
la chica de Arequito hizo durante más de una hora lo que todos esperaban. Pero
ella, a su vez, timoneó a su gusto la voluntad y los ánimos de una multitud
pendiente de cada uno de sus órdenes y gestos.Además de su rutina de poncho y -a
esta altura- megaéxitos de la talla de A don Ata o Que nadie sepa mi sufrir, se
advirtió un crecimiento en su manejo de la escena. Con tres temporadas de
tablas, actúa con la veteranía de quien hubiera cumplido ochenta.Y la gente lo
percibe y lo celebra: está atenta a cada uno de sus mohínes y actitudes y
repite, como frente a un espejo, la danza imparable y frenética de una
adolescente que, guste o no, puso patas para arriba al folklore.

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