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lunes, septiembre 15, 2008

LA SOLE EN LA REVISTA NUEVA


NUNCA DEJE DE HACER FOLKLORE, REMARCA SOLEDAD

Soledad Pastorutti acaba de lanzar un nuevo disco que, para ella, y desde lo musical, significó "volver a las fuentes". Su agenda de recitales esta completa, y el cariño de la gente, inalterable. Hoy cuenta las cosas que la marcaron y a las que, de alguna manera, pretende regresar.

Ahí está, a menos de un metro de distancia de quien escribe estas líneas, la chica que a sus 15 revoleaba el poncho, cantaba y hacía resurgir masivamente la música folclórica argentino. De manera simple y carismática, aquella adolescente lograba lo que algunos habían perdido, lo que unos pocos mantenían con enorme profesionalismo, pero sin tanta difusión, y lo que otros –muchos– habían dejado escapar: que se vuelvan a cantar masivamente canciones folclóricas. Ahora tiene casi 28, habla más pausado, y se la ve muy linda; su mirada brilla, como si continuara siendo aquella adolescente de hace diez años que no deja de maravillarse ante el "Fenómeno Soledad, el Tifón de Arequito", como se la promocionaba. En sus comienzos, cuando arrasaba desde lo artístico, había quienes le ponían fecha de vencimiento a su carrera o le vaticinaban un inminente futuro de ex chica éxito refugiada en el olvido en su pueblo natal. Pero no. Parece que Soledad es como los buenos vinos: mejora con el tiempo. Lanza un nuevo disco, su agenda de recitales sigue completa, y el cariño de la gente se mantiene inalterable.
–Acabás de editar un disco que se titula Folklore. ¿Es un regreso a tus raíces?
–En realidad, nunca dejé de hacer folclore. De hecho, es la música que amo. Pero sí siento que necesitaba reafirmar mi vínculo con el folclore. Por eso es que hice este disco y lo titulé de esa manera.
–¿Significará, tal vez, la continuidad de un estilo musical?
–La verdad es que no lo sé, por suerte, puedo manejarme libremente en cuanto a qué canciones grabar. La discográfica siempre me da libertad en ese sentido, y eso me hace sentir muy bien. Por eso, no descarto que en mi próximo disco grabe boleros, si es que se me da por ese lado. Está bueno ir cambiando.
–¿Cuánto hay de vos en este disco?
–Si bien es un trabajo en equipo, lo interesante es que soy yo la que tiene la última palabra en cuanto a las canciones que grabo y los recitales que doy. Es algo que siempre hice: estar hasta en el último detalle de cada show; también intervengo en todo lo que tiene que ver con el calendario y la agenda. Siempre me gustó armar el espectáculo, desde chica. Como soy yo quien sube al escenario, sé bien qué es lo mejor o lo que más necesito.
–En cuanto a lo sentimental, ¿qué te significa Folklore?
–Es un poco reencontrarme conmigo misma después de analizar mucho mi carrera. A mí me agarran ataques de amor por la música y mi país, y pienso qué podría hacer yo para ayudarlo. Y también tiene que ver con el hecho de que me aburre hacer siempre las mismas canciones.

El buen humor, siempre
–¿Cómo hacés para ser tan querida por la gente?
–Lo importante es no agrandarse. Soy muy agradecida por todo lo que me ha pasado.
–Después de diez años de popularidad, ¿seguís disfrutando de los escenarios?
–En un tiempo la gente se reía porque cantaba las canciones tan rápido que se decía que los músicos me perseguían en vez de acompañarme (risas). Entonces, no disfrutaba porque quería bajarme y volver a mi pueblo. Hoy aprendí a disfrutar más, pero sigo siendo la misma persona.
–Se te suele ver de buen humor. ¿Sos optimista?
–Siempre me vas a ver tirando para adelante. Sin embargo, tengo un costado pesimista que mira el vaso medio vacío. De cualquiera manera, no me caigo, sino que eso me genera deseos mayores de seguir hacia adelante. Lo que pasó, pasó.
–¿Cómo te llevas con la nostalgia?
–Me llevo bien, pero no suelo mirar demasiado hacia atrás. Creo que hoy es mi mejor momento y mañana también creeré que lo es. Ahora disfruto mucho más que antes. Siempre fui muy responsable y no lograba relajarme. En la actualidad, aprendí a hacerlo.
–A los 15 años te la pasabas dando recitales. Imagino que habrás perdido muchas cosas que son normales para chicas de esa edad. ¿Sufriste eso?
–Recién ahora me planteo o arrepiento haberme perdido cosas con amigos, fiestas de 15, etcétera. Pero para mí fue muy natural no estar en muchos momentos así. En consecuencia, no lo sufrí. Al contrario, me resulta raro estar. Estoy acostumbrada a trabajar y cuando no trabajo, me siento rara.

El dulce encanto de arriesgar
–¿Te gusta correr riesgos?
–Sí, pero más pasa el tiempo y menos me arriesgo; uno tal vez se vuelve más conservador. Hay cosas que se perdonan por la edad, pero a medida que uno crece, el margen de error se achica.
–¿Tus constantes viajes por el interior te hicieron descubrir otro país?
–Si bien es cierto que viajo mucho, también lo es que no conozco todo. Los músicos viajamos, pero vamos del hotel al recital y así siempre: no tenemos tiempo de visitar lugares. Hace poco conocí las Cataratas del Iguazú porque tuve un fin de semana libre. Si no, no hubiera podido. Las conocía, pero de estar media hora por trabajo.
–¿Qué es lo que más te gusta de tu país?
–Tenemos una tierra bendita, porque a pesar de todo lo que se le hizo, no se la pudo destruir. Eso demuestra que es bendita. Si tuviésemos otra actitud, creo que seríamos uno de los mejores países del mundo.

Una chica de pueblo
–¿Te adaptaste a la vida urbana?
–Creo que en los pueblos se tiene esa cosa de vivir sin tener que pisarle la cabeza a nadie; lamentablemente, en la gran ciudad esas cosas suceden, porque la forma de vivir te lleva a la competencia. ¿Viste la película Cinema Paradiso? A mí con este tema me pasa lo mismo que se cuenta ahí: la virtud del hombre de pueblo que crece y siempre busca más. El viejo Alfredo le dice al protagonista: “andate y mira más allá”. Mi padre siempre me dijo que mirara más allá. Yo amo a mi pueblo, pero tengo que mirar un poco más allá.
–Es común escucharte hablar de tu papá. ¿Cómo es tu relación con él?
–Como la del chico que va a la cancha con el padre y escucha que le dice: “andá para allá, para acá…”. Es quien estuvo mucho en la parte artística. Lo adoro.
–¿Y tu mamá?
–Con ella tengo una relación muy estrecha. Se llama Gricelda, con “c”. Es la persona que me enseñó a amar, y quien siempre me defendió como una leona. A ella le costó mi exposición pública. Es una madraza, es la persona que más me entiende, la que está en las buenas y en las malas.
–Otra persona a la que siempre mencionas es a tu hermana, Natalia…
–Ella, a diferencia mía, siempre fue la más autosuficiente de la familia. Se las arregló sola para todo. En la escuela, por ejemplo, no avisaba que tenía pruebas: iba, rendía y volvía como si fuese lo más normal. Yo, en cambio, cuento todo; no soy tan autosuficiente como ella. Pero no es que necesito que estén detrás mío todo el tiempo, sino sentirme acompañada.
–¿Cómo te llevas con la vida de casada?
–Con Jere (Jeremías Audoglio) nos llevamos muy bien. Cocinamos juntos, armamos proyectos… Y además trabajamos en lo mismo, aunque él está más en la oficina. Llevamos una vida totalmente normal.
–¿A dónde apuntan tus sueños?
–A llevar mi música a otros países. Estoy conforme con mi carrera nacional, pero me gustaría hacer algo afuera, que también me reconozcan en otros países. Mi sueño es ser una artista que se renueva, pero sin dejar la esencia de lado. Eso sí, siempre cantando y sintiendo que la gente me quiere.
















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