ECOS DE MI TIERRA:
La chica del poncho creció
Consolidada como la voz del recambio folklórico, la ex niña prodigio se propone también como relevo para la TV: su programa Ecos de mi tierra llegó a Canal 7 en lugar del clásico Folclorísimo.
Como si ya le hubiese llegado la hora de ser parte de la aristocracia del folklore, Soledad Pastorutti asistió, por primera vez, a una de las míticas reuniones “para tomar el té” que una vez por mes organiza Mercedes Sosa en su casa. Ella, que la primera vez que pisó Cosquín ni siquiera pudo salir por televisión –una disposición municipal prohibía actuar a menores después de la medianoche–, que un año después fue revelación y Cosquín de Oro y que debido a su juventud (¿y a su éxito?) fue puesta en duda y cuestionada por casi todo el ambiente –aunque adorada por el público: recordar que vendió cerca de un millón de copias de sus dos primeros álbumes–, la gran dama del folklore le desenrolla la alfombra para que, por fin, se luzca.
Ya había tenido un indicio en el verano, cuando Mercedes la invitó a cantar en el festival de festivales, pero lo de esa tarde en su departamento porteño le pegó fuerte y sumó una anécdota para desbaratar cierta zona del imaginario popular: “La gente no sabe que tenemos buena relación entre nosotros. Y la verdad que estuvo buenísimo: Carmen (Guzmán) quería tocar todo el tiempo, Teresa (Parodi) contaba anécdotas, estaba también Liliana Herrero. Si yo no fui amiga antes de alguien es por mi edad y por respeto: nunca sabés cuál va a ser la reacción de la gente, ni si molestás”, dice como si detrás de ese “llegar” hubiese una cosa todavía más importante que ser una artista popular que mueve multitudes. Le gustó tanto estar allí que en la emisión de esta noche de Ecos de mi tierra (a las 21, por Canal 7) tratará de reproducir parcialmente esa reunión inolvidable: estarán Carmen Guzmán y como invitada de lujo la mismísima Mercedes Sosa.
El programa, que comenzó el domingo pasado, la puso frente a cámaras por quinta vez, después de Rincón de luz, Pensionados, Los Roldán (como actriz) y El llamado final (como conductora), y es un intento de aggiornar un espacio como el de la música argentina que en Canal 7 goza de cierto privilegio en cuanto a audiencia se refiere: viene a reemplazar a Folclorísimo, el ciclo que fue, por lejos, el más medidor de los últimos años para la emisora estatal.
–¿Cómo se lleva con la conducción?
–Es que no conduzco, soy la anfitriona; para eso está Marcelo (Iribarne). Yo aporto el poco o mucho conocimiento que tengo: creo que puedo saber qué es lo bueno que se puede mostrar del folklore. Mirá, para este programa viajé por primera vez por todo el país sin el compromiso de hacer shows y salí muy enriquecida: desde hablar con artistas grosos como Tomás Lipán o Mario Bonfil hasta entrar en cualquier casa a tomarme unos mates; desde conocer a los autores de muchas canciones que canto hasta caminar por las calles de los pueblos; todo lo he disfrutado.
El cambio de rol, de invitada a anfitriona, supone un crecimiento: “Y quiero seguir creciendo. Tené en cuenta que empecé muy chica, fui conocida demasiado rápido, aprendí las canciones que mi papá me enseñó, pero tuve poco tiempo para nutrirme”.
El envío, que en un primer golpe de vista no parece salir de ciertos cánones establecidos (bailes + canciones + living con invitados), tiene también como objetivo dar a conocer artistas poco conocidos, y chicos que, como la Sole, con menos de trece años ya se le animan a los escenarios. Pero, al menos en el primer programa, dejó la sensación de que habrá que trabajarlo para que no se le note esa pátina de cosa ya vista, y de que lo nuevo que muestra no se parezca tanto a lo viejo. De todos modos, esos lados opacos brillan fácilmente cuando Soledad sale a hacer lo que más le gusta.
Cuando tenía 15 años y para todos ya era el “Huracán de Arequito”, la cosa sonaba exagerada, como si tuviera mucho de ardid publicitario: hacía rato que al folklore no le aparecía una cara joven. Pero verla hoy, después de trece años (y no sólo cantando: un un rato hizo fotos para un medio gráfico, grabó un mensaje para una radio del interior, firmó un autógrafo y atendió a Crítica de la Argentina más que amablemente), como si supiera estirar el tiempo –y su ancha sonrisa– para que todo encaje, habla de una vitalidad poco común: la misma que la hace ser un nexo entre generaciones, una “remadora” de las que hay pocas, y mantener bien alto su poncho al viento.
Fuente: Critica de la argentina
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