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domingo, enero 14, 2007

MUSICA : FESTIVAL DE JESUS MARIA

La gran noche de Soledad

Aunque las nenas ya no llevan en el pelo vinchas con su nombre, ni se visten como ella, y sus clubes de fans brillaron por su ausencia, Soledad Pastorutti, 26 años y diez de ellos como una ráfaga sobre los escenarios, superó sin problemas su retorno a Jesús María. A punto de casarse, "la Sole" reapareció con su carisma intacto pero mucho más medida. De negro, con sombrero de ala ancha y sobre un caballo blanco, la cantante salió a darle la vuelta olímpica al campo de la Doma. Pero no por los corrales —como ya lo había hecho el Chaqueño Palavecino—, sino que emergió de los flamantes vestuarios de los domadores acompañado por un puñado de jinetes, mientras que —inexplicablemente— la publicidad de herbicidas seguía sonando por los parlantes. Una vez arriba del escenario, la gente no dejó de mirarla ni por un instante. Escudriñándola para ver lo que queda de El tifón de Arequito, de la revoleadora nacional de ponchos. Y ella no defraudó: recapturó a su audiencia que sumó unas 17. 500 personas. Vestida de gauchita sexy, con un pantalón ajustadísimo, botas negras de charol con tacos de diez centímetros; a más de uno le brillaban los ojos cada vez que la Sole daba la espalda. "Aunque claro —decía Pablo, de 47 años—, piropearla a ella es como decirle algo a una sobrina, a una hija... Si la hemos visto crecer."Ajena a los sentimientos encontrados de cierto sector masculino, la ahora bella mujer arremetió con Adónde vayas, Me salgo de la vaina, y El bahiano. En algunas, Soledad se preocupó por sumar uno que otro matiz en su voz: una brecha que no le vendría nada mal profundizar. Pero la grata sorpresa duraba poco: sus chacareras y zambas frenéticas no están dispuestas a rendirse. En materia de coreografía también hubo cambios. De los aeróbicos, pasamos a una especie de ¿gimnasia rítmica?. Pero aunque el fervor del público ya no es lo que era, lo que la artista logra ahora con su gente tal vez sea más loable: Pastorutti se comunica con la multitud de una manera coloquial y encantadora, que resulta más hechizante que con sus saltos y revoleos. Propuso "señalar a los infieles en vez de reírse de los engañados"; y hasta le cambió la letra a la canción: "Se burlarán de ti ya todos saben mi sufrir". ¿Clases de autoayuda con la Sole? ¿Apertura de paraguas antes del casorio con Jeremías? Quién sabe. Lo que sí quedó claro es para el fin prefirió no innovar. Junto a Natalia, su hermana-clon, terminó como siempre: a pura chacarera a 220 voltios, y todas con sus sílabas sepa-ra-a-das, esas que son su marca regis-tra-a-da. Un final trillado, pero del que la gente salió satisfecha.

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