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sábado, febrero 16, 2008

LAS HERMANAS...

En Roma, cara a cara con el papa
En 2001, estuvimos con mi hermana Soledad de gira por Israel. En ese momento, ella trabajaba para el programa de televisión Rincón de Luz , donde sus protagonistas bailaban la mayor parte del tiempo, y había un momento donde cantábamos dos temas juntas: A Don Ata y Tambores del Sur . La gira por Israel duró aproximadamente 30 días, y cuando llegó la hora de volvernos, hicimos una escala en Italia para esperar la conexión con Buenos Aires. Así que, sin pensarlo mucho, decidimos aprovechar esa oportunidad y nos pusimos de acuerdo para quedarnos dos o tres días más y recorrer Roma. Al llegar al aeropuerto contratamos una combi que conducía un italiano de acento muy cerrado, que nos dijo que era el cuñado del dueño del vehículo, y no nos ayudó ni a subir las valijas. Sin embargo, cuando mi hermana le contó que éramos cantantes, enseguida se puso a cantarnos operetas mientras conducía a 40 kilómetros por hora en medio de la autopista. Después de alojarnos, lo primero que hicimos fue contratar una excursión por la ciudad, y después seguimos recorriendo otro poco por nuestra cuenta. El trato con los italianos era bárbaro, y después de la estada en Israel, llegar a Roma fue como regresar un poco a casa. Debo decir que la ciudad nos deslumbró desde el principio, tal vez por nuestra ascendencia italiana: había algo especial que allí ocurría y de alguna manera nos hacía sentir muy cómodas. Salíamos a caminar a las 7 de la mañana, y seguíamos todo el día sin parar, ya que el tiempo era acotado y no queríamos perdernos nada. Por suerte nos llevamos muy bien entre nosotras, ya que a las dos nos interesa mucho conocer nuevos lugares. El clima estaba bastante frío en Roma, así que salíamos a caminar muy empochadas. Recorrimos los típicos lugares turísticos y tuvimos la suerte de visitar el Vaticano. Recuerdo que justo era Semana Santa, más precisamente el Lunes del Angel, cuando vimos por primera vez al papa Juan Pablo II desde muy lejos, asomándose a una ventana muy pero muy chiquita. Sin embargo, el miércoles siguiente regresamos, porque nos dijeron que luego de recitar sus oraciones, el Papa subiría al papamóvil para recorrer la ciudad y saludar de más cerca a sus feligreses. Al principio estábamos muy atrás de la muchedumbre que aguardaba para saludarlo, y había una serie de vallas que impedían acercarse más. Sin embargo, no resultaron un obstáculo para nosotras. Después de pasar la primera valla, la Sole me hizo señas para que la siguiera. De esa manera transpusimos una y otra valla hasta llegar hasta la última de todas, donde vimos pasar frente a nuestras narices al mismo Juan Pablo II sin que nadie lo notara.


Fue una experiencia inolvidable.


Por Natalia Pastorutti Para LA NACION La autora es cantante. Desde noviembre de 2007 está presentando por el país el nuevo single de su primer álbum solista, Me dejo andar

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